Pensaba publicar esto mañana, pero prefiero
dedicar la entrada de mañana exclusivamente a la reseña correspondiente.
El día de ayer se llevó a cabo una presentación
de Cultre en la biblioteca municipal. Y aunque definitivamente agradezco a los
organizadores y a los medios de comunicación, no puedo evitar comentar esto,
porque simplemente me ha sobrepasado, y porque no puedo quedarme callada. Y si a
alguien le cae la pedrada, lo siento mucho, que se ponga un casco de minero
para que le rebote.
Llegó mucha gente al evento. Pero y, con todo
respeto, nunca había visto tanta hipocresía junta. Más aún, nunca había visto tanta
discriminación. Había un considerable número de personas discapacitadas —como
su servidora—, y eso me dio muchísimo gusto, pero simplemente me quedé helada
ante el trato que la gente supuestamente completa les dio. Era poca la gente
que de verdad estaba interesada en el evento, en el libro, más aún, en el
vecino. De verdad, me paralicé al ver cómo las autoridades se felicitaban los
unos a los otros como si se pensasen que eran los amos del universo, usando —porque
hay que decirlo así— a los discapacitados únicamente para tomarse fotos cuando
les convenía, convirtiéndonos después en objetos, en monos de feria, en bichos
que deben hacerse a un lado porque estorban el paso.
De verdad, estoy muy indignada, molesta, —por
no decir furiosa— y hasta con el nudo en la garganta ante esta situación. Cosas
tan sencillas como estrechar las manos, dar un abrazo, un beso, una sonrisa, o
agacharse para estar al mismo nivel que el de la silla de ruedas… pero no,
porque las autoridades no se agachan, porque el que debe hacerse a un lado para
que sus majestades pasen, los imprudentes, somos nosotros. Y lo más simpático fue
enterarme que una persona de los altos mandos se atrevió a decir que yo era un
fraude, que me hacía la ciega para hacerme la interesante.
En serio, a toda la gente que piensa que uno se
hace el pendejo —perdón por la palabra, pero estoy que no me calienta ni el sol—
para llamar la atención, puede irse derechito y por toda la orillita. ¿De
verdad creen que usar un bastón es divertido? ¿De verdad piensan que cuando
alguien me extiende la mano sin avisar yo no la estrecho no por pesada, sino porque
de verdad no la veo? Joder, nadie está en silla de ruedas por gusto, nadie se
comunica por señas sólo porque le encante gesticular, ¿cómo es posible que la
gente que está arriba tenga esta concepción? En este tipo de circunstancias no
puedo evitar preguntarme: ¿quién es el discapacitado realmente?
Sé que no puedo alfombrar al mundo. Sé que sólo
soy una chica que está a punto de terminar la universidad, que soy una mortal
más en este planeta. Pero por el simple hecho de ser persona, damas y
caballeros, merezco que me respeten y que me traten como a un ser humano con
inteligencia pero sobre todo, con sentimientos. Todas las personas con
cualquier discapacidad tenemos sentimientos, tengamos el nivel intelectual que
tengamos, poseamos grados de estudio o no. No somos objetos. No somos monos de
circo, útiles sólo para que las autoridades se tomen foto y hagan gala de una
calidad humana que ni por asomo tienen. ¿Que la sociedad no sabe cómo
tratarnos? Entonces acérquensenos. No mordemos, no los vamos a contagiar. En
serio, invito a todos los que me leen a que se acerquen a alguien en silla de
ruedas, a que intenten comunicarse con un sordomudo, a que conversen con
alguien con asperger o autismo, a que estrechen la mano de un ciego o alguien
con Down.
Y a todas las personas con discapacidad, les
invito a alzar el dedo de en medio a toda esa gente que cree que fingimos, que
se piensa que puede utilizarnos y desecharnos como si fuéramos papel de baño.
Exijan sus derechos. Alcen la voz, las manos, y luchen por salir adelante. ¿Que
hay mucha gente cabrona afuera? Sí, pero también somos un buen de
discapacitados, y si todos luchamos porque se nos reconozca, poco a poco, la
mentalidad de los demás va a cambiar. Luchen por estudiar. Luchen por conseguir
un trabajo digno. No se conformen con pedir limosna, porque por el simple hecho
de ser personas, merecemos mucho más que lo que la caridad de los otros nos
pueda dar.
Y si de plano el mundo los sobrepasa, sepan que
su servidora está aquí, dispuesta a escucharlos, a alentarlos y también, a
defender y reclamar lo que, por ser personas, les corresponde.
Comparto el malestar contigo. Me parece inconcebible que haya personas que piensen que otros se hacen los "víctimas" porque sí (es como aquellos que dicen que la gente "escoge pertenecer" al colectivo LGTBI). Según su lógica es como si dijéramos "Oh, quiero que me discriminen" y por eso uno finge lo que es.
ResponderEliminarExtiendo mi apoyo y palabras de aliento, no es fácil cuando cosas como estas suceden. Espero que no vuelva a pasar en ninguna de tus otras presentaciones, y espero también que puedas seguir cosechando éxitos con Cultre.
¡Hasta luego!
Dan