Hoy, más que traerles una canción, vengo a sacar algo que me
viene calando desde hace ya varios meses —sí, meses, ya ven lo mucho que puedo
aguantar sin decir nada—, y que si no digo ya acabará por hacerme explotar.
Aunque no lo parezca, hace no menos de un año era una persona
bastante sumisa, de esas que se muerde la lengua antes que defender sus
derechos o expresar algo con lo que no está conforme. No obstante y
afortunadamente —sí, ahora sé que es una fortuna—, cambié.
Un día, decidí no quedarme callada, decidí expresar mis
disgustos. Eso sí, siempre con respeto, recordemos que nuestra libertad termina
donde empieza la del otro.
No obstante, hace ya varios meses que me vienen ocurriendo
situaciones que me han mortificado en demasía. Para mí el año pasado no terminó
tan feliz como me hubiera gustado: personas en las que yo había depositado mi
confianza me traicionaron, me pisotearon y encima me dieron una patada; jugaron
con mis sueños, volviéndolos pesadillas.
Y entonces me pregunté: ¿vale la pena que haga todo esto? ¿Tiene
algún sentido que pelee en contra de quienes abusan del débil? ¿Sirve de algo
que luche contra la discriminación?
Créanme, mi moral quedó destrozada a finales del 2012. Tanto que
terminé enferma y sin poder levantarme de mi cama durante tres semanas. Por
suerte, mi familia, mis amigos y demás allegados me levantaron e impulsaron a
seguir adelante.
Afortunada o desafortunadamente, esta situación de abuso y atropello
volvió a ocurrirme durante esta semana. Y volví a hacerme las mismas
interrogantes de arriba, dudé de mis propias capacidades, lloré de rabia, de
impotencia, y estuve a punto de desistir, de rendirme y resignarme a ser del
montón, de mandar al mundo al carajo y dejar que resolvieran sus problemas
solos, sin importarme en lo más mínimo lo que le pasase al prójimo.
Pero entonces un profesor me hizo recordar que no vale ser
conformista, que no vale quedarse con lo que ya está escrito, que no vale
abandonar los sueños sólo porque a alguien con mala leche le dio la gana de
defecar sobre uno. ¿Saben qué? No me importa. No me importa cuántas veces me
tiren, cuántas veces se burlen de mis sueños, no me importa cuántas veces me
apuñalen por la espalda.
Yo me levantaré, así derrame mil lágrimas para hacerlo, pero voy
a ponerme de pie para seguir caminando, y voy a seguir peleando contra la
discriminación, voy a seguir luchando contra quien abusa de otros sólo porque
se cree con el derecho de hacerlo.
No se trata de declararle la guerra a nadie, pero tampoco pienso
quedarme callada, señoras y señores. Por mis ovarios he llegado hasta donde
estoy, y por mis ovarios pienso llegar más lejos, pienso hacer la diferencia,
así me tachen de rara, así se burlen de mí o me miren con mala cara. Lo siento
para quienes esto pueda significar un problema, pero se necesita más que todas
estas situaciones para derribar a su servidora.
Hoy traigo un himno, mi voz en la voz de mi cantante favorita,
el grito que no pude dar estos días. Quien quiera gritar conmigo es bienvenido
y, quien no, pues mucho gusto.
Sin más, me despido no sin antes decirles que, para todo el que
lo necesite, aquí tienen una mano amiga, alguien que no los traicionará y que
peleará por ustedes a capa y escudo de ser necesario.
Por ustedes, hoy y siempre.
Vaya me has emocionado, tiene mucha razón y eres muy valiente, un cambio así parece que no pero cuesta mucho. ¡Tienes todo mi apoyo!
ResponderEliminarUn besote
¡Hola, Flashia!
EliminarGracias por tu apoyo, me alegra haber llegado a alguien n.n
Un abrazo enorme.