Datos:
Título del libro: cierra los ojos y mírame.
Autores: Manuel Enríquez y Ana Galán
Editorial: Grupo Planeta
Sello: Destino
Fecha publicación: 10/2012
ISBN: 9788408009818
Págs: 303
Sinopsis:
Tras un grave accidente de coche, David recibe la noticia de que
se ha quedado ciego y se encuentra sumergido en un mundo de sombras donde
deberá aprender a comer, a vestirse, a leer e intentar armarse de valor para
regresar a la facultad acompañado de su bastón blanco que tanto aborrece. Su
vida ha dado un cambio rotundo y poco a poco tendrá que aprender a valerse por
si mismo con la ayuda de un perro guía, que lo llevará a conocer a Blanca.
Blanca, junto con su familia, ha adiestrado a Kits, el perro
lazarillo de David. Blanca y David entablan amistad y poco a poco les va a unir
algo más que Kits. Pero la vida no es tan fácil, los cuentos no siempre tienen
final feliz, su relación no tiene ningún futuro o… quizás, sí.
Mi opinión:
Desde que leí la sinopsis de este libro me llamó la atención.
Desde hace muchos años que mi madre me insistía en escribir un libro donde se
hablara desde la perspectiva de una persona ciega, a fin de tratar las
injusticias que se cometen contra nosotros los invidentes y sobre todo, crear conciencia
en la gente.
La idea me parecía tentadora, créanme, pero la verdad es que soy
escritora de fantasía y, no importaba cuántas veces comenzara a escribir la
novela, siempre acababa desviándome del tema, introduciendo personajes míticos
o mundos desconocidos. Además de que tengo un humor bastante negro —si lo
sabrán mis compañeros de la universidad… ¡se les quiere, gente! — y en muchas
ocasiones eso incomoda a las personas, así que acabé dejándolo por la paz.
Por eso, cuando me topé con este libro no dudé en leerlo.
La historia está narrada en primera persona, alternados los
capítulos entre David —el chico que pierde la vista— y Blanca —la chica que
cría al perro guía—. Ambos son personajes muy bien construidos, Blanca, por un
lado, es una joven que está a punto de iniciar la universidad, sencilla pero de
armas tomar, con una voluntad inquebrantable, de esas chicas que cuando se le
mete algo entre ceja y ceja no hay quién la haga cambiar de parecer. David, por
su parte, bueno, también es decidido, aunque tarda más en procesar las cosas y
a veces puede parecer un poco fatalista, logra también ganarse la simpatía del
lector.
Blanca ha decidido adoptar un cachorro al que ha de entrenar
para convertirlo en un perro guía. Después de año y medio de criar al perro,
debe devolverlo a la EGP en donde lo asignarán a un invidente, quien termina
siendo David. Pero Blanca le ha tomado tal cariño al animalito que insiste en
verlo una última vez y, lo que comienza como un raro capricho —y digo raro,
porque a mí en lo personal se me hace un poco exagerado el apego que le tiene
al can, aunque no niego que exista gente así, mi hermana menor es un claro
ejemplo xD —, acaba en una relación amorosa con la persona que Blanca menos
esperaba.
El libro no es para nada empalagoso. Tiene bastante comedia, y
es que la vida de nosotros los ciegos está plagada de accidentes que le harían
soltar una carcajada a cualquiera; asimismo tiene realismo, bastante realismo
en realidad, aunque a lo mejor yo lo habría puesto un poquito más crudo, pero
bueno, hay que fijarnos en el contexto en el que se desarrolla la historia (España),
un país mucho más accesible y tolerante con las personas invidentes de lo que
es México.
—Y esta tía, ¿qué
tal está? No será un callo malayo de esas que andan buscando novio como locas,
¿no? David, no me hagas una encerrona porque te mato.
—¡No! —reí
divertido ante su ocurrencia—. Te aseguro que Mireia está muy bien.
—Ya, pero...
perdona que no me fíe de tu criterio. Hace dos años no habría dudado, pero
ahora ves menos que un pepino y la única información que tienes es lo que te
dice Blanca, y ella no va a hablar mal de su mejor amiga.
Se tocan temas muy importantes en esta novela: la discriminación
—insisto, este aspecto faltó que me lo resaltaran más—, los problemas que se
presentan por parte de las dos familias ante una relación de una persona ciega
y otra que sí ve, la sobreprotección y la re-adaptación de alguien que por
alguna razón imprevista pierde la visión. Al principio puede resultar un poco
aburrido, ya que ha de mostrarse el proceso depresivo de David y el cómo Blanca
entrena al perro, pero al cabo de un rato la cosa va mejorando. Hay personajes
a los que llegas a odiar, situaciones como la reacción de los padres de Blanca —en contra— ante el hecho de que su hija
tenga una pareja invidente, las cuales te indignarán muchísimo pero a la vez,
te hará ser un poco condescendiente con ellos.
—¿Y qué es lo que
os preocupa exactamente, si se puede saber? —espeté—. ¿Es que acaso podéis
decir algo malo de David? ¿O es que quizá os molesta el hecho de que sea ciego?
—Por favor, Blanca,
no te lo tomes a mal —dijo mi madre—. David nos cae muy bien, parece un chico
estupendo. Sólo queremos asegurarnos de que no confundes la compasión con el
amor o que el hecho de que eches de menos a Kits y quieras estar con él no te
esté llevando a estar con David. Entiendo perfectamente que quieras ver al
perro, pero a lo mejor, y sólo a lo mejor, podrías estar engañándote a ti misma
y eso no sería justo para David.
—Y además, Blanca
—añadió mi padre—, creo que eres muy joven para atarte a una persona así.
Tienes toda una vida por delante y...
De verdad, de verdad que este libro lo hace a una pensar mucho,
contemplar las diferentes perspectivas ante este asunto de la ceguera.
Lo que aprendí:
Uff, he aprendido un montón de cosas con este libro. Empezando
porque es más que cierto aquel dicho de «siempre hay un roto para un
descocido». También me ha servido para descubrir tecnologías para los
invidentes que no sabía que existían —como las pelis narradas— y en especial,
para no sentirme tan extraña. Muchas de las cosas que alguna vez llegué o he
llegado a experimentar/pensar están en ese libro, frustración, dudas,
inseguridades, incluso me sentí aliviada al darme cuenta de que para nada soy
inútil —y aquí quienes me conocen seguro vienen a tirarme de las orejas por
pensar eso, ^^U —.
Creo fervientemente que falta mucho por hacer, mucha gente que
necesita ser educada con respecto a las personas con alguna discapacidad, y es
algo que toma toda la vida. Crear conciencia en la gente es un trabajo arduo,
duro y a veces desgastante, pero vale la pena, vale la pena cuando alguien ya
bien sea ciego, con Down o autismo termina la universidad, vale la pena pasar
por todas esas situaciones desagradables cuando te enteras de que personas que
vienen detrás de ti lo tienen ahora más fácil para estudiar, para ir al cine o
conseguir un empleo.
Muchos padres y hasta las mismas personas con alguna deficiencia
se la viven quejándose que si el gobierno, que si las leyes, cuando los únicos
que podemos hacer algo somos nosotros mismos, no quedándonos encerrados en casa
sin estudiar, o sin poder ir al teatro sólo porque nos da vergüenza o no hay
rampas. ¿Cómo puede enterarse la gente acerca de qué es un autista si lo
mantienen encerrado? ¿Cómo sabrán los demás que a los ciegos nos gusta el cine
—a mí en lo personal me encanta— si no nos atrevemos a ir?
Y por otra parte, ¿cómo quieres enterarte de cómo tratar a un
sordomudo o a un niño con parálisis si tampoco te acercas a conversar con él o
con sus padres? De verdad, gente, no mordemos. Los autistas seguro que pecarán
de francos y a lo mejor te sientas un tanto incómodo por su sinceridad, pero no
lo hacen de mala fe; los ciegos somos unas chachalacas y una vez nos haces
plática luego no podrás callarnos. De veras, a la gran mayoría de nosotros no
nos incomodan las preguntas, no nos molestan que nos interrogues acerca de cómo
usamos el móvil sin poder ver, o el ordenador, o cómo cocinamos. Preferible es
que pregunten a que digan en la calle «mira, pobrecito, no ve…». O peor
tantito: «es ciego, ¿qué puede saber de x programa de televisión o de cine?» ¬¬
Es cierto que a
veces me habría gustado que sucediera un milagro y David volviera a ver. Pero él
veía. Veía con sus manos, con sus oídos, con el corazón. Veía cosas que muchos
de nosotros nunca llegaríamos a apreciar. Notaba el temblor de una voz, el
sonido del silencio, la brisa que nos acariciaba la cara al pasear cerca del
mar. Veía a la gente que lo trataba como un inválido y a quienes lo respetaban
por ser quien revelaban mis ojos. Aprendí que las cosas más bellas del mundo no
se pueden ver con los ojos, ni se pueden tocar, sino que se deben sentir con el
corazón.
Recomiendo este libro a todo el público: a aquellos que quieran
saber un poco más acerca del mundo de sombras —literalmente hablando xD — de
una persona invidente, aquellos que tengan a un familiar ciego y quieran
reconfortarlo de alguna manera, hacerle ver que no está solo; o simplemente,
aquellos que quieran disfrutar de una linda historia de amor, no como las que
se ven en estos días, sino una con problemas reales y sentimientos genuinos y
no enfermizos.
¿Te atreves a cerrar los ojos y a mirar el mundo desde otra
perspectiva?
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