¡Ciao,
ragazzos míos!
Perdón por
no actualizar el viernes, pero estoy actualizando a la par del blog dos de mis
historias: «Cruda fantasía» y «Destino 03: Marte». Así que con todo el corre-corre
que me armo yo solita pues se me pasó colgar la reseña.
De hecho,
esta reseña estaba a la cola de una fila muuuuy larga, ya que no le tocaba el
turno, pero luego de haber visto la peli tras haberme leído el libro (lo
siento, soy así, suelo leerme primero los libros y luego veo las pelis) llegué
a la conclusión de que hablar del tema central de estas tramas resultaba
preponderante. Urgente. Ya.
¿Y de qué
habla, se preguntarán? Se los resumiré en dos palabras: de Dios.
Ya sé, ya
sé, van a querer mandarme a la goma y limpiarse la cola con mi reseña, pero les
suplico, les imploro que al menos la lean hasta
el final.
La cabaña
no es un libro para niños, ni para adolescentes. Es un libro para adultos,
capaces de poner en tela de juicio lo que se les plantea, porque si Dios te
viera leyendo este libro creo que estaría emocionado porque lo desafiaras, lo
contradijeras, tal y como hace el protagonista.
En resumen,
«La cabaña» es un libro que trata de un padre que pierde de forma brutal a su
pequeñita de cinco años, cuyo vestidito encuentran manchado de sangre en una
cabaña abandonada. Años después y con la familia de la niña fracturada, el
padre recibe una nota de Dios invitándolo a regresar a la cabaña. En contra de
todo pronóstico el hombre acepta el desafío, y a partir de ahí comenzará la
experiencia espiritual más fuerte de su vida.
La
narrativa de este libro es tan profunda que si te pierdes un párrafo o una
página, ya te desubicaste por completo, porque todo, repito, absolutamente todo,
es importante.
Los
personajes son peculiares, simpáticos y muy propios en sus personalidades, y
resulta fácil establecer vínculos con ellos.
Y la trama…es
aquí donde quiero detenerme. El libro es todo un debate sobre la existencia y
el actuar de Dios sobre nosotros, sus criaturas, y como a veces no comprendemos cómo siendo un padre
amoroso, hay tanta maldad en el mundo. Bien, pues, en la novela te explican
todo este tipo de dilemas.
Por mi parte,
quisiera aportar mi granito de arena y compartirles uno de mis tantos
encuentros con Dios: estando ingresada en un hospital, con un gramo de
esteroide por intravenosa, y llorando por el infierno que era mi propio cuerpo,
quedé inconsciente. Cuando volví en mí, estaba en un parque espléndido, y a lo
lejos vi cómo se acercaba un hombre vestido de blanco. No sé cómo, pero algo me
dijo que ese hombre era Jesús, y cuando estuvimos cara a cara, nos sonreímos.
—Camina
conmigo —me pidió, y yo fui tras él, en silencio.
Llegamos a
una gran fuente a la que nos asomamos y, cuando Jesús introdujo sus dedos en el
agua y la agitó apareció una imagen de mí misma acostada en la cama del
hospital, con mi madre llorando en la silla de al lado.
—¿Estoy
muerta? —le pregunté, asustada por primera vez desde que nos encontráramos.
—Por
supuesto que no —me sonrió Jesús—. Pero ya no te duele el cuerpo, ¿verdad que
no?
—No, ya no.
—Mi oferta
es la siguiente —comenzó él y borró la imagen del agua, dejándola quieta como
antes—: puedes quedarte conmigo y dejar de sufrir, o volver hallá abajo y
padecer…a costa de que cumplas una misión que tengo preparada para ti.
Yo lo miré
con suspicacia.
—¿Y cuál
misión será esa?
—Tranquila,
te la revelaré con forme pase el tiempo.
Me mordí el
labio. No quería volver a sentir dolor, pero tampoco quería morir y dejar atrás
a los míos.
—Si
regreso, y cumplo esa misión que me dices, ¿volveré a ver algún día?
Jesús se
puso triste.
—No, mi
niña, me temo que eso no podrá ser. Pero te prometo que vivirás experiencias
increíbles, mucho mejores de las que podría vivir alguien que sí ve.
Yo le
sonreí y lo abracé.
—Bien,
entonces llévame de vuelta.
Y desperté
de regreso en el hospital, pero ya sin dolor en el cuerpo.
Bueno, es
mi pequeña versión de que Dios en verdad existe. Le hablé, caminé con él y
hasta lo abracé. Y el repentino cese de mi agonía fue prueba suficiente de que
lo vivido no fue un simple sueño.
En fin, me
despido de ustedes esperando que no me crean una loca, y deseando que se lean
el libro de la cabaña, porque aunque la peli es bastante fiel al manuscrito,
hay muchas partes que faltan.
Un abrazo,
¡se les quiere!
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