Datos:
Título del libro: La casa de las
bellas durmientes.
Autor: Yasunari Kawabata
Editorial: Caralt.
ISBN: 8421726080
. Año de publicación: 1961
Número de páginas: 112
Sinopsis:
El viejo Eguchi, un solitario
anciano, llega a una posada. En ella los hombres mayores pagan para dormir con bellas
jóvenes, adormecidas de antemano y sin tocarlas. La finalidad es revivir los
recuerdos que puede producir la juventud tan cercana. Y es así como el anciano
Eguchi, sin saberlo, empieza a recordar a una mujer de su juventud y el romance
que vivieron durante su huida amorosa.
«Es una obra maestra esotérica, es
la obra máxima de Kawabata y una de las creaciones más valiosas de la
literatura japonesa» —Yukio Mishima.
«Breve, bella y profunda, deja en el
ánimo del lector la sensación de una metáfora cuyos términos no son fáciles de
desentrañar» —Mario Vargas Llosa.
Mi opinión:
Y llegamos a la última reseña del
año. 22 libracos leídos en el transcurso del mismo (o al menos, 22 reseñados),
pero ya haremos el recuento de estos el día 31.
Ahora, enfoquémonos en este:
«La casa de las bellas durmientes»
es un libro que me daba curiosidad. Me habían dicho que Gabriel García Márquez
se había plagiado esta novela a la hora de escribir «Historia de mis putas
tristes», aunque al parecer el argumento que se dio fue que esta última estuvo
más bien «inspirada» en la primera. La cosa es que, siendo honesta, fue el
morbo lo que me instó a leer ambas novelas para compararlas.
No me voy a meter con el tema del
plagio porque si a esas vamos, puedo poner un millón de ejemplos que engloban a
las novelas juveniles más actuales (como los juegos del hambre) y textos de
renombre de antaño, aunque sí quiero recalcar que el parecido entre ambos
textos es tremendamente similar. No idéntico, afortunada o desafortunadamente,
aunque sí se nota que el señorón Márquez «se inspiró» en esta obra para
escribir la suya.
La narración de esta novela es
impecable, en serio. Quizás de repente se torne un tanto tediosa, pero hay
magia en las palabras de esta obra, emociones intensas descritas con una sencillez
y elegancia que nunca antes había visto. Delicada, metafórica, incluso con
toques de melancolía y añoranza, «La casa de las bellas durmientes» te lleva
atrás y adelante en un vaivén entre pasado y presente, tan sutil que sin
quererlo te encuentras sumido en los recuerdos del protagonista, replanteándote
tus propios conceptos y perspectiva de la vida.
Sobre los personajes…es una cosa muy
curiosa. Los secundarios parecieran no tener importancia, porque llega un punto
en donde sólo te interesa el protagonista y sus remembranzas, y sin embargo la
presencia de los secundarios es infalible, tan fuerte que no puedes ignorarlos
y cuando vienes a ver ya están allí, tan reales como el principal, palpables y
con una personalidad fuertemente marcada.
La trama…la trama es exquisita. Soberbia.
Es la esencia del erotismo, de la perversión, me atrevo a decir que del sado, y
que con todo el respeto que se merecen los escritores de erótica actuales (y
que conste que lo dice una bruta de la erótica), viene a escupirles en las
portadas a los libros de este género que últimamente han salido. No tengo
palabras para describir lo que la trama me ha dejado, salvo que he quedado conmocionada,
gratamente conmocionada. Sublime, magistral, esta novela habla de una persona
que recuerda, evoca a las distintas mujeres que han influido en su vida, en su
forma de ser y de ver el mundo. Hay sexo sin rozarse, hay amor, instintos
animales que despiertan sólo con mirar y sin necesidad de ser vampiro,
maldición, que esta obra es poesía y casi porno a la vez. No puedo más que
quitarme el sombrero ante ella, y decirle, al señorón Gabriel García Márquez,
que me dispense, pero que no le llega ni a los talones.
Sin más que añadir, amén por el
erotismo bien narrado.
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