Advertencia: esta reseña contiene spoilers
que tal vez no te gustarán así que, si no te has leído el libro, mejor no sigas
adelante.
¡Hola a todos!
Primera reseña del año, primera
reseña que escribo en mi nueva lap… Y por supuesto, tenía que abordar esta
novela cuyo tema ha sido tan polémico y seguirá siéndolo hasta el fin de los
días, creo yo: Yo antes de ti.
Resumen
Louisa Clark sabe muchas cosas. Sabe
cuántos pasos hay entre la parada del autobús y su casa. Sabe que le gusta
trabajar en el café Buttered Bun y sabe que quizá no quiera a su novio Patrick.
Lo que Lou no sabe es que está a punto de perder su trabajo o que son sus
pequeñas rutinas las que la mantienen en su sano juicio.
Will Traynor sabe que un accidente
de moto se llevó sus ganas de vivir. Sabe que ahora todo le parece
insignificante y triste y sabe exactamente cómo va a solucionarlo. Lo que Will
no sabe es que Lou está a punto de irrumpir en su mundo con una explosión de
color. Y ninguno de los dos sabe que va a cambiar al otro para siempre.
Yo antes de ti reúne a dos personas
que no podrían tener menos en común en una novela conmovedoramente romántica
con una pregunta: ¿Qué decidirías cuando hacer feliz a la persona a la que amas
significa también destrozarte el corazón?
Mi opinión:
Qué tema tan difícil el abordado en
esta novela: tetraplejía y eutanasia. Siempre creí que después de haber leído “La
decisión más difícil”, no volvería a encontrar otra novela que me desgarrara
así el corazón, pero Yo antes de ti lo ha conseguido. Me reí, lloré de
impotencia, reflexioné en mi cuarto mirando al techo, psicoanalicé a los
personajes, recordé experiencias propias y pese a todo, a toda esa maraña de
cosas que para muchas personas sería lo más lógico y coherente, mi actitud ante
la eutanasia sigue siendo la misma: a favor de ella.
He leído muchas opiniones respecto a
la eutanasia. Sé que la iglesia está en contra. Vaya, en mi país está prohibida.
Joder, soy conferencista de superación personal, pero también he visto y he
vivido el sufrimiento tan de cerca, que la eutanasia me parece una acción
misericordiosa. Mientras leía este libro, no pude evitar ponerme en la piel de
Will y recordar, aquella vez en donde su servidora también intentó suicidarse y
le pusieron una “niñera”. Recordé cuando estuve atrapada en la prisión de mi
propia cabeza por culpa de mi enfermedad durante varios meses, y juro que quise
morirme. No solo por no distinguir entre realidad y pesadilla, o por el
infernal dolor por el que pasaba mi cuerpo al sufrir los ataques, sino por el
hecho de perder mi intimidad. Suena estúpido, ¿a que sí? Pero no tienen idea de
lo horrible que es el no poder tirarte un pedo a gusto en tu habitación porque
te avergüenza horrores que esté ahí la enfermera.
Pensé en mi abuelo, que se fracturó
la cadera, y a él sí tenían que limpiarle el culo. Y no todos los enfermeros
eran amables o cuidadosos. Es cierto, en la novela nos presentan un sinfín de
posibilidades para que Will siga adelante con su vida y cambie de parecer, pero
hay una cosa que la gente no entiende hasta que lo vive: no importa cuánto
observes al paciente, jamás sabrás cuánto sufre, física, mental y
emocionalmente. Y no importa el tamaño del sufrimiento de la persona, no se
trata de que fulano aguante más que sultano, simplemente es su dolor, su
decisión, y merece ser respetada. Ni hablar del hecho de que no todas las
personas tienen la cantidad de dinero como para darse los lujos que se daba
Will.
Por otra parte, y, como bien lo dice
arriba, ninguna persona puede cambiar a otra. Eso es algo que me ha encantado.
Louisa lo intenta con desesperación, pero con resultados nulos. No porque Will
no la quiera, o porque no agradezca todo lo que hizo por él, sino porque la
decisión está tomada y porque él es como es. Esto es algo que hasta la fecha
muchas mujeres no hemos entendido: los hombres que son alcohólicos, mujeriegos
o drogadictos no van a cambiar solo por el poder de nuestro amor. Eso no existe
mas que claro, en las novelas románticas o en las pelis. Crudo, pero cierto.
Y finalmente…. Pensé en un tetrapléjico
que apenas y conocí en un foro de literatura. Se llama Daniel, y mentiría si no
dijese que me quedé pasmada de oírlo hablar. No sé si era guapo, pero no podía
moverse del cuello para abajo, culpa de un accidente. Y aun así escribía
poesía, dictándole a otra persona que muy amablemente era sus manos. Hay tres
cosas que nunca olvidaré de ese escritor: 1) Su primera frase fue: “yo volví a
nacer después del accidente”. 2) Cuando una persona le pidió que escribiera su
nombre en una libreta, él simplemente respondió que sí, pero que por favor
colocara el lapicero en su boca. Y escribió su nombre. Y 3) El hecho de que ese
día me reí de mí misma pensando en lo estúpidos que somos los seres humanos por
valorar cosas tan banales.
¿Recomendaciones? No juzguen. Para
mí, esa es una ley de la vida. Pero por encima de todas las cosas, sean
felices, ya tengan mucho o poco, la vida es un regalo y solo podemos vivirla
una vez.
Ya saben, dudas, comentarios o
sugerencias, ¡tecleen que yo los leo!
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